23 de Enero del año 1958: Es este fatídico día el inicio del fracaso inminente para Venezuela.- Por Adais Cásares.

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El derrocamiento que nunca existió.

De entrada, quiero aclarar que la victoria ficticia a la que se refieren los socialistas venezolanos cuando hablan de este día, es falsa. Nadie derrocó a Marcos Pérez Jiménez. Sí, ha leído bien… no fue derrocado.

Después de varios intentos de golpe de Estado por parte de los ‘pacíficos y demócratas’ señores de Acción Democrática (AD) y El Comité de Organización Política Electoral Independiente (COPEI, también conocido como el partido social cristiano), el General Pérez Jiménez decide -por voluntad propia- cesar sus funciones como presidente de la República y, de esta manera, evitar un derramamiento de sangre mayor dentro de las Fuerzas Armadas.

Es así como Venezuela se ve obligada a renunciar a la prosperidad y a un futuro prometedor, y no como resultado de supuestas acciones heroicas de los socialistas del momento.

Los venezolanos estaban aprendiendo a ser ciudadanos, a tener identidad nacional y a entender cómo el orden y la disciplina los encaminaba a ser una República próspera y referente a nivel internacional. Pero, los partidos políticos -todos de ideología marxista- se veían en la necesidad de implementar un sistema de gobierno, según ellos, democrático; con el fin de conseguir legitimidad por medio de la participación ciudadana para mantenerse en el poder.

Sí, el problema con las elecciones es antes que la MUD.

El proceso electoral era una necesidad de los partidos, no de los venezolanos.

Los socialistas se instalaron en el poder lanzando vítores por la ‘victoria democrática’ y estableciendo unas reglas del juego totalmente contrarias a aquello por lo que decían luchar.

Una vez en el poder, los partidos dan origen al famoso “pacto de punto fijo”:  un acuerdo inicialmente entre AD, COPEI y La Unión Republicana Democrática (URD), y que se llevó a cabo exclusivamente por los dos primeros, ya que URD desistió del acuerdo al poco tiempo.

Con este pacto, aseguraban un sistema político que les permitía gobernar mutuamente. Ellos lo llamaron “Gobierno de UNIDAD nacional”: (sí, eso de la unidad tampoco nace con la MUD).

Una dinámica política de conveniencia para todos, ningún partido podía tener la hegemonía del poder ejecutivo, debía existir respeto entre los miembros de ambas organizaciones a pesar de las diferencias, tendrían un proyecto nacional en común y los proyectos de cada partido no podían ser opuestos al proyecto nacional.

Un sistema de cohabitación por excelencia.

Y es con este sistema que inicia una supuesta participación ciudadana, que no es más que la selección del candidato que estaría de turno para defender los intereses del bipartidismo. Una democracia ficticia, cargada con una narrativa populista y en gran medida materialista. Fueron los adecos y los copeyanos los que abonaron el terreno y le dieron origen al chavismo antes de la llegada de Chávez.

Cuarenta años de socialismo y narrativa marxista fueron suficientes para sumergir a gran parte de la sociedad en odio y resentimiento. Y fue el bipartidismo y las élites quienes dieron origen a Hugo Chávez y, con esto, la estocada final a Venezuela.

No fue más que la continuación del ciclo marxista: de socialismo a comunismo. 

Hoy en día, los venezolanos siguen sufriendo a consecuencia de las mismas prácticas políticas, y para salir de esto hay que voltear al pasado y cambiar el método si pretendemos subvertir tan complicado problema.

Más de sesenta años de socialismo marxista no se combaten con más marxismo. Y un proceso electoral -selecciones, para ser más específicos- no comprende un sistema democrático por sí solo.

 El 23 de Enero de 1958 no ganaron los venezolanos, ganó, una vez más, la izquierda.

 Personalmente, hoy no tengo nada que celebrar.

 Y si le dolió este artículo, póngase una curita.