#Opinión | Palestina: el ocaso de su causa – Por Luciano Mondino

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Una causa que ha perdido adhesiones en el mundo árabe por su irracionalidad, su extremismo y el soporte del terrorismo como sinónimo de resistencia y liberación. Una causa que se pierde por un nuevo contexto y paradigma de normalización entre árabes e israelíes.

El mundo está hoy regido por un sistema que se pretende multipolar, o al menos así lo intentan China con su expansionismo comercial, bajo su particularidad idiosincrática y autoritaria, y la Federación Rusa, quien ha asestado la invasión a Ucrania en febrero de este año.

Lo que sí es palpable es que Estados Unidos, especialmente bajo la administración de Joe Biden, se está retirado de Medio Oriente y está dejando sin resguardo a muchas de las cuestiones irresueltas en una región donde la paz siempre se percibió como huidiza.

También al calor de las protestas, como las iniciadas en el 2011 bajo las revueltas árabes y las que se retomaron en Irán después de la muerte en septiembre de Mahsa Amini en manos de la Policía de la Moral, el Medio Oriente se disputa en un nuevo paradigma político en el que la clásica disputa entre árabes e israelíes comienza a eclosionar, después de un largo proceso de gestación, en una alianza entre árabes e israelíes contra el expansionismo de la República Islámica de Irán que es el recuerdo del Imperio Persa y la posibilidad de que la facción chiita se quede con el control del mundo islámico bajo el poder de las armas nucleares.

Que la teocracia iraní, bajo liderazgo de los Ayatollah desde 1979, enriquezca uranio y promueva un sistema de misiles nacionales, produce hondas percepciones de amenaza en el públicamente amenazado con ser borrado del mapa Estado de Israel y sus vecinos árabes sunnitas, enfrentados a los persas y a los chiitas, en una disputa dogmática aun abierta dentro del islam.

En este nuevo escenario de piezas e intereses móviles, bajo el cual pueden darse alianzas muy poco nítidas y, a priori, inconsistentes con la historia reciente, la cuestión palestina ha sufrido una devaluación a instancia de los intereses árabes que, tras siete décadas de guerra, comienzan a comprender que la guerra contra Israel carece de sentido por su inferioridad militar, en inteligencia y por los altos costos que la misma tiene para naciones hoy acechadas por las demandas sociales y políticas insatisfechas.

En septiembre de 2020 con la firma de los Acuerdos de Abraham tanto Emiratos Árabes Unidos como Bahréin demostraron la intención pragmática de la política exterior del Golfo: si el petróleo se termina, esa cierta calma de los países árabes puede verse sacudida por las protestas que hoy, en la era digital, están a la orden del día. Sin embargo, una mala lectura de los acontecimientos internacionales y del conflicto árabe-israelí y su desprendimiento palestino-israelí, impide reconocer que verdaderamente la causa palestina está perdiendo cada vez más interés en los propios países árabes por un simple motivo: las autoridades palestinas, consolidadas como una cleptocracia vitalicia en los territorios que administran, no pueden explicar ya lo que sucede en la Franja de Gaza ni en los territorios de Judea y Samaria donde los grupos terroristas se han ido de las manos y en donde los primeros perjudicados son, desde hace tiempo, los palestinos que trabajan en Israel.

El 14 de mayo de 1948, horas antes de que finalizara el Mandato Británico de Palestina y años después de la Shoá, David Ben Gurión proclamó la independencia del Estado de Israel. Acto seguido, y luego de la expulsión de los judíos que vivían en los países musulmanes de la región, la Liga Árabe se expresó a través de su secretario general, Azzam Pachá, quien anunció la respuesta armada afirmando que “esta será una guerra de exterminio, una terrible matanza, comparable a los estragos de los mongoles y a las Cruzadas”.

Con el llamado a la guerra contra Israel, los ejércitos árabes pudieron haber estado muy cerca de barrer a Israel del mapa. En ese llamado, la cuestión de la liberación de Palestina y el emblema de Al-Aqsa, el tercer sitio más sagrado del islam, pero profanado por Hamas, era un estandarte.

Después de 74 años, esa liberación de Palestina quedó reducida a cada vez menos países. Lo que produjo la normalización entre Israel y los árabes, como la cantidad de acuerdos firmados entre ellos a lo largo de la historia, es desanclar la causa palestina de la política exterior de los países musulmanes dando espacio a que los árabes, si quisieran, podrían seguir reclamando por los palestinos, pero sin evitar la normalización con el Estado Judío. Esto gana en credibilidad cuando, a la luz de las protestas vivas que existen en Medio Oriente, se espera una política mayormente pragmática para solventar la estabilidad económica en los países especialmente del Golfo.

La firma de los acuerdos de libre comercio entre israelíes y emiratíes produce ya un efecto positivo en la relación comercial: luego de la normalización, el comercio ha ascendido entre ambos a los casi mil millones de dólares gracias a la eliminación del 96% de los impuestos que había en dichas transacciones. Se estima que para finales de 2022 este intercambio pase los dos mil millones y que alcance los cinco mil dentro de cinco años. Una cuestión irresuelta, pero ya oxidada en el 2020, después de que el entonces presidente Trump le presentara a Netanyahu la firma del “Acuerdo del Siglo”, una nueva propuesta de paz al conflicto palestino-israelí rechazada por los palestinos, las autoridades de Cisjordania (Judea y Samaria) y de la Franja de Gaza, el grupo terrorista Hamas, llamaron a los clásicos días de ira y buscaron, sin éxito, el acompañamiento de la Liga Árabe.

La Liga Árabe, fundada en 1945, ha funcionado siempre conforme a los intereses y el tutelaje de Arabia Saudita que cumple una suerte de rol de hermano mayor en el Golfo. Mientras continúa conversando su normalización con Israel, en el 2020 rechazó, junto a Egipto, la firma del rechazo de la organización y le quitó una enorme importancia a un comunicado que quedó solamente reducido a las expresiones minoritarias de países con escasa trascendencia política dentro de la Liga. Situaciones similares tuvieron lugar en 2021 y 2022.

Ese mundo que se intenta presumir como multipolar hizo que en las últimas horas Xi Jinping, líder del PCCh que se encuentra alterado por las protestas contra la distópica política del covid cero, viajara a Riad para reunirse con el príncipe saudí Mohamed Bin Salman llamando a una nueva era en las relaciones entre China y el mundo árabe.

Enfocados en los asuntos estratégicos, como la OPEP y la exportación del petróleo saudí, los asuntos del mundo islámico se enfocaron más sobre la cuestión iraní y su programa nuclear, hoy debatido en Viena para una eventual vuelta al acuerdo JCPOA, que sobre la causa palestina que fue mencionada cero veces en la reunión. Considerado como su rival regional, Irán ocupa casi la totalidad de la agenda hacia Medio Oriente por parte de la Casa Real saudí quien no permitiría un dominio chiita del mundo islámico que ponga en peligro el liderazgo de los Saúd al frente de los lugares sagrados del islam que se encuentran en su país.

Un baño de realidad y pragmatismo explica porque la causa palestina, con una inconsistencia argumental e histórica creciente, pierde cada vez mayores adeptos en el mundo árabe. La posibilidad de que Irán gane el liderazgo islámico, junto a sus satélites en Gaza, Líbano y Yemen, deja en una posición expectante a los países árabes que ven, cada vez más, las bondades de una normalización y pacificación con Israel en vez de una hostilidad que ya lleva 74 años.

Analista en Política Internacional |
Máster en Política Internacional y
Licenciado en Ciencias Políticas
Relaciones Internacionales.

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