#Opinión | Venezuela: ¡cambiemos la receta, no sólo al cocinero! – Por Joelvin R. Villarreal V.

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El poder es manejado por elites, y solo las elites desplazan del poder a otras elites, no existe “la protesta o movilización social masiva de forma espontanea”; cuando las masas toman las calles es porque ya hubo una estructura y una organización que las ha convencido o manipulado, usualmente de forma indirecta, otras no. Actualmente el discurso de la desigualdad social ha servido como catalizador de movilizaciones sociales en todo el continente.

La influencia relativa de unos individuos u organizaciones sobre otros proviene del efecto que produce la acción o el discurso de determinados individuos que los hace parecer, en opinión de las masas, como moralmente aceptados; tal situación conlleva al empoderamiento de autoridad para tomar decisiones o guiar los destinos locales, regionales o nacionales, según sea el caso; una vez conseguido esto, el poder se manifiesta. Aunque suele pensarse que el poder puede ser ejercido por una sola persona, en realidad siempre se consigue y se ejerce en función de grupos organizados y bien estructurados.

El 23 de enero de 1958 no fue la excepción, ese día las elites militares y civiles del país deciden actuar, luego de meses de preparación, para poner fin a la dictadura del General Marcos Pérez Jiménez. La sed de poder y elementos de tipo ideológicos influyeron para que dicha conjunción de intereses fuese posible. Ningún gobierno, sea este una dictadura, tiranía o democracia, se quiebra sin que las bases morales en las cuales descansa dicho sistema sea cuestionada ante la opinión pública.

Quienes conspiran contra Pérez Jiménez actúan en función de estos principios básicos, ellos no solo tienen en sus mentes el planteamiento de cambiar de gobierno, sino que cuestionaron moralmente al sistema y plantearon la imperiosa necesidad de cambiarlo. Su éxito, más allá de las formas que utilizaron, consistió en haber mellado las bases morales que sostenían al sistema.

Lamentablemente, desde 1999 los partidos y organizaciones civiles que se oponen al chavismo han entendido este principio. Algunos, no todos, por conveniencia de intereses.

Esa negación de cuestionar al sistema, de evadir el planteamiento de la confrontación ideológica, que inclusive tachan de “obsoleta” se ha convertido en una de las razones principales de nuestro fracaso como sociedad en la lucha contra el poder totalitario que nos somete. El chavismo se sostiene, aun siendo minoría en el poder, porque nadie lo cuestiona desde la perspectiva ideológica.

En mis charlas a estudiantes o comunidades siempre les planteo el ejemplo del cocinero y la receta: el problema no solo radica en el mal cocinero que tenemos, sino que también en la receta que utilizamos. De nada sirve cambiar al cocinero si la receta está errada. Cambiar de gobierno no es la solución de fondo a nuestros problemas, cambiar de sistema si lo es.

Insistir en cambiar primero de gobierno, y luego ver que se hace con el sistema; vamos a seguir sin lograr nada. Solo basta con hacer un ejercicio de política comparada para observar que el elemento común en la caída de dichos regímenes se debe al cuestionamiento del sistema.

Al colectivismo, en cualquiera de sus formas, hay que erradicarlo de nuestra cultura política, la consecuencia de no hacerlo será la continuidad de gobiernos dictatoriales o autoritarios; en el mejor de los casos, democracias disfuncionales. Hay que romper el ciclo perverso en el que estamos, hay que cambiar el sistema.

Joelvin R. Villarreal V.
Vive en Maracaibo; Estado Zulia, es Politólogo de la Universidad Rafael Urdaneta (URU). Conferenciante en eventos sobre ideologías políticas e historia política, análisis político internacional y Geopolítica. Colabora en diversos movimientos políticos independientes. Es partidario al sistema de libertades económicas y justicia compensatoria.
Twitter: @joelvinRV
Instagram: @joelvinv

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