#Opinión | Interpretación Sociológica del Lenguaje en la Batalla Cultural I parte – Por Juan Carlos Febres

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La caída del muro de Berlín, El Fin de la Historia de Francis Fukuyama, el 11 de setiembre, la globalización, internet, los metadatos, el papa Francisco, la ley de igualdad de género, han reconfigurado la cultura occidental de manera significativa. El inicio del siglo XXI se ha convertido en la batalla cultural afectando todo ámbito de la sociedad humana, el campo político, económico, social, familiar, de fe, académico y cultural.

La academia ha denunciado que la sociedad libre está siendo amenazada y que la democracia es cada vez más débil.

El socialismo, el totalitarismo, el mercantilismo, el colectivismo se contraponen a la sociedad libre, estos sistemas y formas de gobierno se presentan institucionalmente de modos diversos a la opción de la libertad, esas diferencias se enmarcan y potencian en la cultura, ella acompaña y legitimiza al régimen político y al económico.

Debemos entender que esta batalla cultural está ligada al lenguaje. La lingüística enseña que nuestra realidad se construye a través de la comunicación, ya lo dijo el español Mario Alonso Puig “El lenguaje no sólo describe la realidad sino que además es capaz de crearla. La forma de hablar a nosotros mismos afecta tremendamente a nuestra manera de relacionarnos con el mundo”, y es que el lenguaje viste y forma al pensamiento, por lo tanto, la hegemonía de un paradigma sobre otro se relaciona directamente con esa capacidad de construir un sentido, por ese motivo, el centro de operaciones de esta la batalla cultural busca imponer el sentido y significado a las palabras.

La pregunta es ¿Qué cultura debe acompañar a un sistema político y económico basado en la libertad la igualdad y la fraternidad? ¿Qué debemos entender por libertad, por igualdad y fraternidad?

Los discursos políticos que escuchamos en la mayoría de los casos no tienen lo que se llama punto de anclaje, el mensaje es acuoso, falto de consistencia, atrasa y reniega de la dignidad del hombre, mientras tanto los poderes mediáticos y las redes sociales que inundan el debate público de fake news han roto completamente la relación entre el significante y significado. Vivimos en un tiempo donde las palabras ya no tienen la profundidad de su significado y han perdido su sentido.

ciudadano, la voluntad no discute cual es la razón que está detrás de la conveniencia o no de un cambio.

Una historia bíblica nos ilustra el problema del lenguaje, es la historia de Babel y su rey Nimrod, este rey desafía a Dios promoviendo la construcción de una Torre en Babel. Esa soberbia es castigada por la multiplicación de distintas lenguas que acabaron separando y distanciando a la comunidad humana. Ellos fueron maldecidos con la pérdida de su idioma y la proliferación de otros varios idiomas, el idioma original se volvió inexistente y generó confusión aunque sin carecer totalmente de su significado original.

En palabras del argentino Alberto Manguel “El significado (…) no es la maldición de saber que no comunica nada, sino la maldición de saber que lo que comunica será siempre considerado un galimatías. A Nemrod no se lo condena al silencio, sino a transmitir una revelación que jamás será comprendida”.

Lo cierto, es que vivimos no en el silencio como vivió occidente en tiempos oscuros, vivimos el peor castigo: La imposibilidad de comunicarnos.

Las palabras, las expresiones, la información, la narrativa todo tiene el mismo valor y su significado es variable, no importa si son ideológicamente contrarios, significantes que valen lo mismo y que significan cualquier cosa. No solo en la real politik, sino en la vida social se construyen realidades paralelas fomentando un dialogo aparente e inocuo.

El filósofo Byung-Chul Han nos dice que “El rápido aumento de la entropía informativa, es decir, del caos informativo, nos sumerge en una sociedad posfáctica. Se ha nivelado la distinción entre lo verdadero y lo falso. La información circula ahora sin referencia alguna a la realidad, en un espacio hiperreal”. La información ya no nos da el saber sino solamente nos propone un escenario en el que buscamos nuestra identidad.

El mundo se está volviendo cada vez más fragmentado, no hay una grieta que separa tirios y troyanos, cesares y centuriones sino una multiplicidad de rupturas que apuntan a dividir la sociedad, el lenguaje se ha convertido en el vehículo movilizador de estas grietas, las ideologías especialmente colectivistas buscan cambiar nuestros pensamientos a través del lenguaje.

Este mundo no será un mundo de silencio sino de ruido, donde no podremos comunicarnos quedando solo las emociones como vehículo de acción, y con ello la violencia.

Ya estamos transitando en un camino que nos lleva hacia una era trans o post humana donde lo único importante será la información, pero ¿Cómo nos llegará esa información? ¿Qué clase de lenguaje comunicará nuestros pensamientos y sentimientos? Lo cierto es que nadie escucha y cada individuo se produce a sí mismo.

La reflexión final es que el lenguaje no debe excluir a nadie, lo que se debe tener presente es que el ejercicio de la razón está íntimamente vinculado con las creencias. El lenguaje se enriquece fruto de las interacciones libres que se producen en el tiempo. En palabras de Agustín Laje “lo grave es cuando se impone”, que es lo que está sucediendo con las ideologías socialistas, progresistas y colectivistas.

Juca Fevel

BIBLIOGRAFIA

Jorge Alemán, “Ideología”

Alberto Manguel, Curiosidad

La Biblia, Génesis capítulo 11

Rafael Braun, La Cultura

Byung-Chul Han, Las No-Cosas

Por Juan Carlos Febres ( Juca Fevel)
Escritor invitado
Sociólogo/ Especialista en Derechos Humanos.
Liberal clasico
Director de Contemplatio Social.

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