#Opinión | La indiferencia- Por Juan Carlos Febres

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«Nada es más nefasto para el progreso humano que la indiferencia” Juan Carlos Febres

Recibimos información cada momento de nuestras vidas, guerras, epidemias, hambre, clima, migraciones, falta de trabajo, inflación, usurpaciones, asesinatos, corrupción, mafias, narcotráfico, violencias etc. Lo cierto es que muchas de esas situaciones se hubiesen evitado si no fuéramos indiferentes con el otro, por otra parte una enorme cantidad de sentimientos invaden a los afectados por la indiferencia. Pero ¿Qué sucede con el observador de la tragedia ajena?

Sir Roger Scruton escribió tiempo antes de su fallecimiento ¿Pertenezco a este mundo? La pregunta es qué significa pertenecer, que obligaciones nos trae esa pertenencia, ¿Soy empático con el otro? ¿Nos preocupa el prójimo?

Las palabras del pastor alemán Martin Niemoller nuevamente cobran relevancia “primero vinieron por los socialistas y yo no dije nada porque yo no era socialista, luego vinieron por los sindicalistas y yo no dije nada porque yo no era sindicalista, luego vinieron por los judíos y yo no dije nada porque no era judío, luego vinieron por mí y no quedó nadie para hablar por mí”. Estos hechos y estas palabras descritas por Niemoller nos deben llevar a reflexionar sobre el carácter accidental de nuestra existencia, el sufrimiento, el dolor, la desgracia y la muerte.

La indiferencia, la neutralidad, la apatía, el silencio que va unido al desapego en relación con el otro o respecto al otro. El hecho con el cual tomaremos una decisión solo tomará importancia en la medida que son importantes para uno

La guerra nos afecta cuando sus esquirlas irrumpen nuestro mundo y abren surcos en nuestro diario vivir, el golpeteo de la metralla del narcotráfico ensordecen nuestros oídos y golpean nuestros sentidos, la desesperanza es más terrible cuando nos sentimos identificados con los que experimentan la desgracia, el dolor de alguien cercano cuyas lágrimas recogemos se convierte en algo nuestro.

En este siglo XXI pareciese que la indiferencia entendida como falta de emoción o sentimiento hacia algo que ven, donde las generaciones actuales consideran que no los atañe o no les afecta. El mundo no es el mismo que hace 20 años la sociedad en general se ha vuelto más liquida, más efímera, entramos en el imperio de las No- Cosas, una sociedad del cansancio, donde el infierno de lo igual nos invade y con ello también la apatía en el quehacer social, el egoísmo de los sentimientos levanta murallas y resquebraja el tejido social afectando la potencialidad del individuo.

La indiferencia no suele dejar nada bueno, ni para los que la reciben ni para los que la practican. JK Rowling hablando de la indiferencia dijo: “A veces, la indiferencia y la frialdad hacen más daño que la aversión declarada”.

Ser indiferente implica que “nada importa”. Que no se siente nada ante una situación o persona, que “todo da igual”. Cuando está presente la indiferencia hacia algo o hacia alguien, lo que se obtiene es el alejamiento de esa persona o circunstancia. Una de las características más notables de la indiferencia es el dolor, ese abandono de sentimientos hacia el otro es hasta cruel.

El escritor Eliezer Wiesel sobreviviente de los campos de concentración nazis escribió “Lo contrario del amor no es el odio, es la indiferencia. Lo contrario de la belleza no es la fealdad, es la indiferencia. Lo contrario de la fe no es herejía, es la indiferencia. Y lo contrario de la vida no es la muerte, sino la indiferencia entre la vida y la muerte”.

Si hay un hecho histórico que marcó la historia de la humanidad fue la segunda guerra mundial. Hannah Arendt estuvo presente en el juicio de Eichmann, lo vivido en ese juicio la llevó a escribir “Eichmann en Jerusalén”, ese hombre, fue un hombre gris, corriente, según Arendt «terroríficamente normal»; es ahí donde plantea la cuestión de la banalidad del mal, ella plantea que posiblemente sea un buen marido y buen padre, y hasta buen ciudadano; y, solo se limitaba a cumplir las órdenes que recibía de sus superiores.

Ese cumplimiento a ciegas, con una gran indiferencia frente a la verdad, sin capacidad de reflexión y la inmoralidad que entraña tal inconsciencia es donde radica el mal banal, un mal que supuestamente no perpetra actos malos, pero que, por indiferencia, favorecería en este caso millones de muertes. Limitándose a cumplir órdenes.

La indiferencia oculta a veces su verdadera faz: La de la determinación del egoísmo y de la falta de reconocimiento del otro como un igual y del yo como un igual al otro, la falta de acción con respecto al otro, parece que olvidamos que no decidir es ya decidir.

Los psicólogos hablan acerca de las consecuencias que nos lleva la indiferencia hacia el otro, la baja estima e inseguridad personal, el desconcierto, el malestar emocional, el sentimiento de soledad, la incomunicación, la manipulación y deteriora el vínculo existente.

Ahora bien la indiferencia no es propia de nuestros países latinos, se da en todo el mundo occidental, con características propias de cada país, lo cierto es que la indiferencia a la política, en muchos casos, se convierte en desprecio por quienes se involucran en las discusiones ideológicas o sobre formas de acceso a la administración de la cosa pública. “Podría asignarse ese prejuicio aquí en alta proporción a la defraudación de gobernantes del pasado que no respondieron a sus promesas, que no fueron honestos o que fueron notoriamente ineptos”. ¿Se rechaza la falta de lealtad de la clase política a los objetivos para los cuales se les delega el poder de administrar el Estado? o ¿Se llega a la indiferencia porque previamente los elegidos han bloqueado la participación popular en los asuntos comunes?

A pesar del creciente descontento con la política, al principio del siglo XXI el apoyo ciudadano hacia la democracia parecía estable en la mayoría de los países latinoamericanos, pero con el transcurso del tiempo ese fuego se convirtió en desapego hacia los valores e instituciones democráticos.

Pero veamos las consecuencias de la indiferencia en la sociedad: Desinterés por los problemas políticos. Lo cierto es que la indiferencia política se traduce en menos participación en los procesos electorales, lo que contribuye a una administración pública deficiente.

Carencia de bondad. Ser bondadoso implica ser solidario, comprensivo y amable con los que nos rodean; además, implica ayudar a quien más lo necesita, esta característica debe partir de uno, de su propia libertad. En este sentido, la indiferencia es lo opuesto a la bondad. Pues, el indiferente no muestra interés hacia los otros, no presta su ayuda ni socorre a aquellos que están en problemas.

Desconocimiento de las iniciativas sociales. El que es indiferente a la sociedad, desconoce que existen iniciativas que ayudan que su entorno sea un lugar mejor.

Complicidad en acciones incorrectas.La indiferencia social también puede llevar a que las personas sean cómplices de actos atroces. Por ejemplo, aquellos que son indiferentes al racismo, xenofobia u homofobia, pueden catalogarse como cómplices de estos movimientos.

George Bernard Shaw dijo: “El peor pecado hacia nuestros semejantes no es odiarlos, sino tratarlos con indiferencia: esa es la esencia de la inhumanidad”.

La filosofa norteamericana Martha Nussbaum hablando acerca de la indiferencia dijo “la indiferencia es una toma de posición que favorece siempre al agresor, nunca a la víctima” hay acontecimientos en la vida social que nos conciernen y ante ellos debemos tomar posición, conmovernos, al no hacerlo, como diría Aristóteles, es inmoral.

El doctor Jordan Peterson refiriéndose a la neutralidad, a la indiferencia con respecto a la verdad, nos dice, “Cuando tienes algo que decir, hacer silencio es mentir”.

Decía Schelling sobre el problema del mal, que el hombre no puede permanecer indiferente, que su decisión condiciona no solo su propio camino, sino también el del mundo que comparte con los otros. No verse en el otro cuando lo necesita es síntoma de insensibilización ante el dolor de los demás y afecta a quienes somos, pero también al mundo que somos con los otros.

Como sociedad necesitamos disminuir la indiferencia de sectores medios, a los cuales se han agregado en la última década sectores humildes que no se han sentido protagonistas de posibles caminos de mejora de su calidad de vida. La mediación de la clase política ha sido negativa, convirtieron la expectativa de la mejora en una dádiva, sensación que se agudiza cuando esa mejora ni siquiera aparece. Fue Antonio Gramsci quien dijo “La indiferencia es el peso muerto de la historia”.

Por otro lado, las ideas liberales permiten el pluralismo, es decir, la existencia de ideas e intereses distintos, y a veces contrarios, que nunca llegan a tener el poder absoluto y de cuyo choque resulta una especie de equilibrio siempre inestable. Este se produce entre el mercado y el Estado; dentro del Estado, entre sus distintas ramas; y en la sociedad civil se manifiesta mediante una bronca discusión amparada por la libertad de expresión y establecida dentro de unos límites.

La intelectualidad debe superar la idea simplista de que sólo debemos prepararnos para el mercado. Hay urgencia en despertar y estimular la sensibilidad de los ciudadanos. Finalmente habrá que entender que el cambio hacia una política con un horizonte de valores auténticamente individuales no nos los dará solo el mercado, sino el arte, la religión, la ética y ¿por qué no? también la ciencia.

El novelista Ken Follett mencionó que “Los miembros de esta generación tendremos que lamentarnos no solo por las palabras y los actos odiosos de las malas personas, sino por los clamorosos silencios de las buenas”.

Estudiar, entender, significar, ir al corazón de los problemas, sentir es el camino a reconstruir.

Juca Fevel

Bibliografía.

Carmen Hernando, “El mal de la indiferencia”

Enrique Mario Martínez “la indiferencia social”

Ana carrasco Conde “la limpieza del mal”

Máximo G Aguilar “Indiferencia política en al generación milenio”

Sir Roger Scruton “la Belleza”

Hannah Arendt “Eichmann en Jerusalén”.

Por Juan Carlos Febres ( Juca Fevel)
Escritor invitado
Sociólogo/ Especialista en Derechos Humanos.
Liberal clasico
Director de Contemplatio Social.

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