#Opinión | El Gral. San Martín en la Batalla de Bailén- Por Juan Pablo Bustos Thames

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La Batalla de Bailén desde la óptica del Marqués de Coupigny y qué participación, concreta, tuvo José de San Martín, como su ayudante, en la misma.

Repasados los aspectos más relevantes de la Batalla de Bailén, los héroes de la jornada fueron el Gral. Teodoro Reding y el Marqués de Coupigny. Si bien es cierto, por su mayor antigüedad, y haber sido el superior a cargo, el suizo Reding tuvo más reconocimientos que el francés Coupigny; la verdad es que ambos enfrentaron la jornada de Bailén con igual heroísmo, compartiendo estrategias y méritos.

Francisco Javier Castaños, el general en jefe español, casi ni participó en la batalla, pese a que luego fue retratado en el famoso cuadro de la rendición, recibiendo la espada del general francés Pierre Dupont. Cuentan que, al rendirse, Dupont le espetó, con arrogancia: “Puede sentirse muy orgulloso de este día, general. Es extraordinario porque yo nunca había perdido una batalla campal, hasta ahora; y he participado en más de veinte”. Castaños, con ironía, le respondió: “es todavía más extraordinario, pues nunca antes en mi vida había yo participado en una”, lo cual era cierto.

A nuestro José de San Martín, le cupo participar en esta epopeya de la Nación Ibérica como ayudante de campo (edecán) del Gral. Antonio Malet, Marqués de Coupigny; que intervino prácticamente como segundo jefe del dispositivo hispano, en el campo de batalla. Coupigny era un noble galo que servía en el ejército español desde mucho antes de la Revolución Francesa.

El planteo de la batalla

Reding y Coupigny cruzaron el Guadalquivir tomado Mengíbar, primero y Bailén después. Luego de que ambos convergieran hacia la izquierda, para dirigirse hacia Andújar, y atacar así a Dupont; encontraron al ejército de éste, en plena noche, que venía, precisamente, hacia Bailén, abandonando Andújar, por temor a un ataque frontal, por parte de Castaños, del otro lado del Guadalquivir.

Al encontrarse inesperadamente ambos ejércitos sorprendidos, se improvisó así la batalla. El ejército francés de Dupont, hacia el Oeste, y los españoles, hacia el Este, justo en el borde del pueblo de Bailén, lo que les permitió contar con la valiosa ayuda de sus pobladores. Sin embargo, debieron enfrentar la batalla bajo un sol abrasador, ya que de su lado no había arbustos dónde guarecerse. En cambio, los franceses se habían desplegado en una zona de extensos olivares; y tenían algo de sombra, al menos.

El secreto de la batalla radicaba en vencer rápido. Para Dupont, era de vida o muerte atravesar las líneas españolas, antes de que Ricardos llegara por detrás, y lo tomara entre dos fuegos. Para Reding y Coupigny, era vital mantener todas sus líneas hasta la llegada de Ricardos, o bien, antes de que se les apareciera, por detrás, el general francés Dominique Vedel; quien tenía 10.000 hombres de refresco diseminados entre Guarromán (15 kms. al Norte de Bailén) y el paso de Despeñaperros, asegurando las comunicaciones con Madrid.

Dupont arrastraba consigo una pesada “impedimenta”. En efecto, además del parque habitual de un ejército, llevaba entre 600 y 700 carretas repletas del botín saqueado en Córdoba por sus tropas, y un numeroso hospital de campaña, con más de 2000 soldados enfermos y afectados por el calor, que también debía transportar. En cuanto a la artillería, los españoles disponían potentes cañones de entre 8 a 12 libras, con mayor calibre y alcance que las piezas francesas, que llegaban sólo a las 4 libras. Tenían buenas dotaciones, y mejores oficiales, ya que el constante cañoneo hispano desarticuló las baterías francesas y las compactas formaciones de la infantería gala. Ayudó a esto el constante refresco de los cañones, con agua que era alcanzada, en baldes, por los pobladores de Bailén; situación que no se daba en el bando francés.

La ubicación de la División de Coupigny en Bailén:

Para detener la acometida francesa, los españoles dividieron sus fuerzas. Al Norte, la división de Reding, constituyendo el ala derecha del dispositivo español. El Marqués de Coupigny, entre tanto, se ubicó al Sur (ala izquierda del complejo defensivo ibérico). Allí mismo se situó el capitán José de San Martín, edecán, del Marqués, para poder asistirlo en los pormenores de la batalla.

Es decir, Coupigny se encontraba entre el Guadalquivir y el pueblo de Bailén, sobre las alturas de “El Cerrajón”, delante del camino que lleva a Mengíbar. Sus tropas eran: una batería de 6 cañones. Infantería: 4 Regimientos Provinciales (milicias), el Regimiento de Línea de Jaén, 3 batallones de veteranos (Guardias Valonas, Suizos, Ordenes Militares) y 2 compañías sueltas (zapadores y minadores). Caballería: 333 soldados del Regimiento de Caballería de Línea de Borbón; donde formalmente prestaba servicios el futuro Libertador, ubicados detrás de la batería de 6 cañones, para defenderla, ante un ataque enemigo, 120 jinetes del Regimiento de España; y finalmente, entre 100 y 136 “garrochistas” o “Lanceros Voluntarios de Utrera y Jerez”.

Los garrochistas andaluces:


Los garrochistas eran paisanos que cuidaban vacunos y los arriaban con lanzas de 3 mts. de largo, llamadas “garrochas”. Participaban también en las corridas de toros. Se habían enrolado en el ejército de Andalucía, indignados con el saqueo francés a Córdoba. Tenían mucho valor, pero nada de preparación en la lucha de caballería. Sus cargas eran fulminantes, pero no sabían detenerse a tiempo, replegarse, reorganizarse y volver a cargar. Por eso muchos de estos “garrochistas” cayeron como mártires en Bailén, al grito de: “¡¡España Jerez: A por ellos, como a las vacas!!”. Sólo quedaron 30, después de la batalla.

San Martín presenció la participación de estos arrojados e improvisados guerreros. De ellos aprendió la necesidad de instruir a un ejército y disciplinarlo al máximo en las artes de la guerra; a fin de no sacrificar soldados innecesariamente.

El fallido ataque de Coupigny a “Cruz Blanca”

A las 6:30 de la mañana, Reding ordenó a Coupigny atacar desde las alturas de “El Cerrajón” a Dupont, para acelerar el desenlace de la batalla, ya que temía que el Gral. Vedel llegara antes y lo atacara por la espalda. Seguramente José de San Martín estuvo al tanto de todo el manejo estratégico de la batalla, e intervino llevando y trayendo órdenes y comunicaciones desde un punto al otro, entre ambos generales. Coupigny atacó, entonces, el olivar de la “Cruz Blanca”, que tenía enfrente, bajo cuya sombra había varios batallones de la infantería imperial. Para ello, avanzó con sus unidades de línea (el Regimiento de Jaén, el Batallón de Suizos de Reding y los zapadores); llevó consigo a su edecán San Martí,y a la caballería del Regimiento “España”, y los “garrochistas”.

Para defender su flanco derecho, amenazado, Dupont mandó contra Coupigny los Dragones y Coraceros de caballería del Gral. Yrhier Sylvain Privé, en una maniobra envolvente, para intentar aislar a Coupigny del resto del dispositivo español. Rápido de reflejos, Coupigny ordenó a los suyos retroceder para reagruparse. Nuestro San Martín debió haber corrido, al lado del Marqués, de regreso, desde Cruz Blanca hasta El Cerrajón, para intentar frenar la intentona napoleónica. En la precipitada retirada, el Regimiento de Línea de Jaén perdió una de sus banderas y a su jefe.

Ya vuelta toda el ala izquierda a su ubicación y reorganizada la línea española, siguiendo las órdenes que a los gritos daban Coupigny y sus ayudantes, los regimientos provinciales (que habían quedado en la línea, como refuerzos) rechazaron el ataque de los Dragones y Coraceros, que se retiraron, al no poder quebrar la línea ibérica. En su marcha retrógrada, sufrieron los mortíferos fuegos de metralla y fusilería españoles.

La carga de Caballería del “Borbón”

Viendo que no podía penetrar por la izquierda, Dupont intentó un desesperado ataque por el Centro; que fue recibido con un mortífero fuego combinado de todas las baterías españolas que concentraron sus tiros en los infantes napoleónicos, que caían alcanzados por los fuegos. Cuando se encontraban a 300 metros de su objetivo, y en forma simultánea, la caballería del ala derecha española, y el Regimiento de Caballería de Línea de Borbón (la unidad de José de San Martín), que integraba el ala izquierda, se lanzaron sobre los ya agobiados soldados del centro galo. Acá se observa cómo sincronizaron sus movimientos Reding y Coupigny, mediante las comunicaciones que se cruzaban por medio de sus ayudantes y edecanes. Es de imaginarse cómo el futuro Libertador observó la mortífera carga combinada de caballería, para confluir en un mismo punto; técnicas que luego repitiera en San Lorenzo y Chacabuco.

La carga española terminó con el incipiente ataque francés por el centro, y puso en fuga a los diezmados infantes, que corrieron a refugiarse detrás del grueso de sus camaradas, que a los tiros, hicieron retroceder a la caballería hispana; la cual, en su regreso, fue atacada, de nuevo, por los Dragones y Coraceros de Privé, que se habían reorganizado. San Martín seguramente no intervino en esta carga del “Borbón”, ya que su puesto en la batalla era al lado del Marqués; pero seguramente intervino en el envío de las órdenes, observó y aprendió perfectamente de la misma.

Privé persiguió a los jinetes españoles de nuevo hacia la batería del centro. Allí se topó con los artilleros y la infantería hispana que, reorganizada, atacó a su caballería, diezmándola, y obligándola a replegarse.

El accionar de apoyo del ala de Coupigny

A partir de allí no hubo más acciones importantes sobre el ala izquierda española, a cargo de Coupigny, donde participaba San Martín. Sin embargo, ayudó a frustrar los demás ataques sucesivos y desesperados que intentó Dupont sobre el centro hispano, desde entonces, en pleno concierto con Reding. Así, el francés lanzó otro furibundo ataque a las 8:30 AM; otro a las 10:00; y el último a las 12:30. Infructuosos todos, ante su falta de artillería, y estar agotadas sus tropas. La línea ibérica no cedía. En esta última oportunidad, Dupont recibió un tiro en la cadera, que lo hizo caer del caballo. Sus soldados lo creyeron muerto y ello los desanimó aún más, frustrando el intento allí mismo. Los infantes galos retrocedieron de vuelta hacia el olivar de “Cruz Blanca”, y los Marinos de la Guardia Imperial, la infantería de marina de élite napoleónica, cubrió la retirada de sus camaradas.

A la una de la tarde, a Dupont sólo le quedaban 2000 soldados agotados en condiciones de pelear; Vedel no aparecía y le avisaron que las avanzadas del Gral. Castaños ya estaban a sus espaldas, en Rumblar. Tenía aún la compacta línea española de Reding-Coupigny enfrente. Entonces, no le quedó más que capitular.

Al tiempo, el suizo Reding reconoció el gran valor de la colaboración de su colega y subordinado, el Marqués de Coupigny en la batalla: “no sólo de concierto conmigo en la dirección de los movimientos de este día contribuyó a su acierto y felicidad, sino que habiendo elegido los cuerpos de que queda hecha mención, acudió con ellos a los puntos más vivos de los tres ataques generales y con sus conocimientos y valeroso ejemplo, nos proporcionó los expresados felices resultados”.

Por su heroica participación en esta acción, a José de San Martín se le otorgó una valiosa condecoración, que atesoraría durante toda su vida, como uno de sus más preciados recuerdos.

Juan Pablo Bustos Thames
Escritor invitado

Abogado, Ingeniero en Sistemas de Información, Profesor Universitario, Funcionario del Tribunal de Cuentas de Tucumán, Director de la Cámara de Comercio Exterior de Tucumán, estudioso de la historia, escritor, realizador y conductor televisivo y de documentales. Miembro de la Fundación Federalismo y Libertad y la Fundación Universitaria del Río de la Plata (FURP).

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