Antonio García – Trevijano (Frente a la Gran Mentira)- Por David Molina

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«La democracia es un sistema político que no se implanta en la sociedad partiendo de cero, ni se ensaya en laboratorios sociales antes de ser experimentado como régimen de poder en el Estado. En tanto que producto de la voluntad colectiva, los pueblos sólo lo han generado cuando, libres de temores interiores, perdieron la confianza y se rebelaron contra las formas tradicionales de gobierno y de dominación.»

Hablar sobre Democracia en estos días resulta como mínimo, incómodo. Sobre todo porque la idea de “democracia” que ha dominado la política; más allá de la necesaria distinción entre lo que es (una forma de gobierno) y lo que se les insiste en hacer creer que es (el fundamento de gobierno), no es más que un bodrio, un artificio maligno al servicios de quienes buscan generar y dominar al “hombre masa” (Ortega y Gasset).


Si hacemos un breve recorrido por la historia contemporánea de nuestros países, podremos ver cómo esa “democracia” (democracia social o “con apellido” como diría el mismo García-Trevijano) ha venido a violentar todo lo que en principio fueron sus fundamentos. La separación de poderes, la electividad y la representatividad, han sido desintegradas y transformadas en meras formas discursivas y en simples formalidades soportadas en papeles y leyes inaplicadas.

Para poner un ejemplo, podemos recordar el caso venezolano, el proceso de “democratización” que impulso Rómulo Betancourt con la llegada al poder de su partido Acción Democrática (AD, partido socialdemócrata) en 1958. Un proceso que incluyó la transformación del Estado con una nueva Constitución y que trajo consigo aquel conocido “Pacto de Punto Fijo”; es decir, la consolidación de un acuerdo bipartidista como única forma de alternabilidad del poder y que a demás, convertía a los partidos en los “bastiones” de la “asociación democrática” para los ciudadanos y su participación política.

La herramienta más poderosa al servicio de los corruptures del término ha sido el populismo, la propaganda y junto a esto, la colaboración de la clase “académica/intelectual” que una y otra vez justifica estos sistemas corruptos y monstruosos teorizando y desarrollando «formas» para hacerlos útiles, no a los intereses de los ciudadanos, sino de los poderosos, que reafirman y protegen sus Status.
Más abajo, yacen nuestras sociedades tapiadas de panfletos y discursos sobre “democracia”, intoxicadas de la necesidad del voto y convencidas de su “poder”, una suerte de rito en la «religión democrática». Incapaces de comprender la degeneración que se gesta en el seno de aquello que insisten en llamar “sistemas democráticos” continúan en el camino del error, ciegos de fe.

Pactos, acuerdos y negocios entre las elites políticas, alianzas de la «dictadura partitocrática» que eliminan todo vestigio de libertad política, eso que debería ser la piedra angular de una verdadera Democracia.

Hoy, se hace de absoluta necesidad afrontar esa discusión incómoda, se hace necesario volver a hablar de la Democracia, más allá de los partidos políticos, más allá de los votos y más allá de la representatividad ficticia.

Se debe comenzar a entender nuevamente lo que significa la libertad política, la participación del ciudadano en el ejercicio del poder y comenzar a derribar el paradigma que nos somete a una actuación mecánica, sumisa y mediocre en los asuntos políticos de nuestros países.

La eliminación del “voto lista”, para volver a elegir y no solo seleccionar. La permanencia y contención del mandato imperativo sobre el electo, para que se cumplan las promesas electorales o se revoque al mismo en caso de que no. La separación real de los poderes, para recuperar la independencia en la justicia y en la legislación, esta última siendo la máxima representante de la nación y sus ciudadanos. La discusión y el debate antes que el consenso, para mantener el equilibrio y cumplir con las necesidades de los electores y no de las oligarquías y partidos que las sostienen.
Esos son algunos de los elementos de una verdadera Democracia que hoy deben volver a ser de dominio público. Por el bien de nuestros países y para el saneamiento y bienestar de nuestros sistemas.

Son tiempos de cambios, debemos procurar que sean positivos.

David Molina

Twitter: @DavidA_Molina

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