Àlex Sicart: el niño prodigio de la tecnología cae en desgracia

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Simplificando. Hay dos tipos de niño prodigio. Uno, en el garaje de su casa, arma con unos colegas el armazón de lo que será Apple. Steve Jobs, por ejemplo. Otro, también muy inteligente, pero con unos estándares éticos diríamos que más laxos, acaba declarando ante la Audiencia Nacional. El Pequeño Nicolás, otro ejemplo. De uno a otro habrá toda una escala de grises, pero parece probable que Àlex Sicart (Barcelona, 1999), otro niño prodigio, genio de la tecnología, nombrado por Forbes en 2017 como uno de los 300 jóvenes europeos más influyentes, está ahora mucho más cerca del segundo que del primero.

Según adelantó ‘El Confidencial’ y ha confirmado ABC, las autoridades venezolanas detuvieron el pasado 19 de agosto, lea la información completa aquí : Detienen por cargos de estafa a uno de los dueños de Shasta, la app para recibir dólares en Venezuela

 a Sicart, ahora con 22 años, y que tras una meteórica trayectoria empresarial se había instalado en este país antes de ser reclamado por la Justicia española mediante comisión rogatoria el pasado mes de mayo por un supuesto delito de revelación de secretos y contra la propiedad industrial. Fue denunciado por la empresa malagueña con la que se había asociado, Cryptosolartech, una de aquellas firmas que empujadas por el ‘boom’ de las criptomonedas había logrado atraer la atención, y ahorros, de un buen número de inversores. La base del negocio, tan atractiva como golosa mediáticamente: utilizar la producción sobrante de plantas fotovoltaicas para proveer de energía una megagranja o mina de monedas virtuales.

Asociados a otro ‘prodigio’, el ‘broker’ y triatleta Josef Ajram, el proyecto iba lanzado hasta que Sicart, de la mano del que tenía que ser el principal inversor del proyecto, Leonardo Montbrun, otro de esos personajes burbuja, con doble nacionalidad española y venezolana, se desvincula de manera abrupta de Cryptosolartech y se instala en el país suramericano. Allí pone en marcha Shasta, una exitosa aplicación para la realización de pagos electrónicos, autorizada por las autoridades venezolanas hace apenas tres meses, según ha podido saber este diario, y que, según la denuncia de sus antiguos socios, armó en base al código creado por la empresa a la que dejó colgada. También de manera abrupta, Shasta deja de funcionar cuando se produce su detención.

El ascenso y caída de Àlex Sicart es ciertamente de libro, una trayectoria casi arquetípica del genio metido a a, supuesto, villano. O de cómo alguien con una prometedora carrera empresarial acabó siendo acusado de estafador por sus antiguos socios

El mismo Sicart contaba que con ocho años comenzó a codificar. En primero de ESO destripó un Mac y lo reconstruyó en base a piezas de cartón. Mientras que con trece años creó una aplicación para compartir deberes en su instituto. Resultó un éxito, lo que le llevó a ser premiado con un curso en una escuela de negocios. Posteriormente ganaría junto a sus compañeros de pupitre el Audi Creativity Challenge con un proyecto para poner en contacto dueños de coches eléctricos con propietarios de cargadores: el premio, un verano de inmersión en Silycon Valley, de donde regresó a España convencido de que lo suyo era emprender y que la tecnología ‘blockchain’ transformaría el mundo. Ir a la universidad lo consideraba una pérdida de tiempo. De poder ser Steve Jobs a ser un émulo del Pequeño Nicolás. Último giro del destino: Sicart fue uno de los nombres que reclutó este último cuando anunció que iba a crear un partido político. Dos emprendedores mano a mano.

ABC |

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